La 4T, Inflación E Intereses Al Alza
Mientras los datos económicos a enero de 2022 son más que preocupantes y las previsiones más bien sombrías, México está padeciendo un fenómeno muy distintivo: la agenda nacional está concentrada en los temas electorales —con total predominio de las elecciones estatales de este año y, sobre todas las cosas, de las federales de 2004, en la que definirá al sucesor de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia; todo es política —decir política es ser asaz generosos: se trata de la grilla más bajuna, esa que motivan la ansiedad por el predominio y el poder—, y los temas en los que las luces de alerta ya no son ámbar, ni rojas, sino que blanquecen por alarmantes, están quedando relegados cuando más atención debieran concitar.
Tanto el presidente y sus adeptos, como sus adversarios —para usar uno de sus términos favoritos—, que no solo son políticos, legisladores, jueces, gobernantes y partidos políticos, sino que incluyen a casi toda la gente interesada en la cosa pública, no tienen ojos más que para la elección presidencial y para las locales de este año, ponderadas las primeras en todo el país como prolegómenos de la segunda, aun sin importar que si no se atienden asuntos más urgentes acaso no haya país alguno que gobernar después del 1 de diciembre.
Si bien es el principal responsable, no piense el lector que le echamos toda la culpa de estos graves descuidos al primer mandatario de la nación: los opositores, empresarios y demás actores de la vida nacional parecen estar embriagados con la misma “eleccionitis” y, como Gabino Barrera, no entienden razones estando en la borrachera: nadie parece preocuparse, por ejemplo, de que la economía enfrenta muy graves riesgos en los plazos corto, mediano y largo.
Empecemos por el crecimiento de la economía, que apenas parecía empezar a recuperarse de importantes rezagos hasta el 2022: las previsiones de expansión para el presente año son peor que magras: paupérrimas, luego de reportes mixtos con tendencia promedio a positivos tras la peor contracción debida a la pandemia.
Rayando en la contracción, los expertos calculan que la tasa culminará el presente año en alguna cifra entre el 0.9 y el uno por ciento, no solo por la inacción del gobierno mexicano, sino desalentada por el entorno internacional, con Estados Unidos, que vive un periodo económico razonablemente expansivo, pero poco interesado en su dinámica comercial con México y Canadá, pues —entre tantos otros factores que sería imposible enumerar en este espacio— está tan involucrado en la guerra ruso-ucraniana que seguramente distraerá recursos de inversión trinacional y apoyos a las importaciones desde sus vecinos norteamericanos por sacar provecho de dicha conflagración; para ellos no existe mejor negocio internacional que la guerra.
Ayer, el Banco de México anunció, de manera sorpresiva mas no, un aumento de la tasa de interés de referencia de 50 puntos base, con lo que se ubica en 11 unidades, rompiendo un techo histórico. Con toda seguridad, el considerando que unificñi los votos de los vicegobernadores del Banxico fue el dato —casi tan mañanero como la “conferencia de prensa”, como llama el presidente al mensaje cotidiano que perpetra por televisión nacional desde su púlpito en el Palacio Nacional— de la inflación de enero: alcanzó 7.91 por ciento, superior al 7.82 de diciembre, cuando las expectativas del mercado eran de 7.89 puntos porcentuales.
Esta vez México no pudo armonizar su tasa de interés, como por razones obvias suelen hacerlo, con la de la Reserva Federal de Estados Unidos, que acaba de definir un incremento “normal” de 0.25 por ciento. Quedó claro que la interpretación que hace de la economía mundial el gobierno de López es errada —el Banxico solo interpreta la realidad para minimizar el quebranto, pero el gobierno decide: es cierto que las alzas de precios actuales son parte de un fenómeno mundial, pero cómo enfrentarlas es prerrogativa de cada país—.
Pero, como siempre, la 4T en realidad tiene una función más bien propagandística. Cierto: nos entretuvieron bastante las aventuras del capo narcotraficante Ovidio Guzmán López, “capturado” solo para convencer a Joe Biden de aterrizar su inmenso Air Force One en el furris aeropuerto Felipe Ángeles, al que no llegan ni los zopilotes; con las tragicomedias del juicio del infame Genaro García Luna en Nueva York; con la triste historia de la cándida filibustera y ministra Yazmín Esquivel Mossa y su prensa desalmada con la revelación de que su tesis profesional salió menos auténtica que un billete del Banco de la Ilusión; con el valiente esfuerzo por parte de la nueva presidenta de la SCJN, Norma Piña Hernández, por devolver al máximo tribunal la autonomía rendida a los pies de López por su zalamero antecesor, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, por no seguir el Manual de Carreño al entrar López a la fiesta de cumpleaños de la Constitución, con los antirrepublicanos insultos de éste hacia los ministros, y otras patoaventuras muy sabrosonas, pero ¡hey, paisanos!: hay un país que sacar adelante y eso no va a hacerse con notas harto impactantes en la televisión… en la que, por lo visto, el presidente está más interesado que en gobernar y salvar México del tremendo escollo inminente.
HELADA MADRINA…
Al gobierno de López Obrador de izquierda, lo que se llama de izquierda, aparte del discurso y los muy poco efectivos programas populistas y electorales —aun así, plausibles, aunque no tanto como para merecer el adagio talmúdico “quien salva una vida, salva al universo entero”, que hizo tan popular la genial película La lista de Schindler de Steven Spielbreg; ¡tampoco! —, tiene muy poco. Puede ser que el gobierno de la Cuarta Transformación esté abocado a privilegiar en sus políticas a los pobres, pero lo “izquierdista” o “derechista” no se define por eso, sino sobre todo por el esquema económico que profesa, en términos de la intervención del estado en la materia, el apoyo financiero a las empresas —Pymes, masivamente empleadoras y menos explotadoras— y el impulso a las causas progresistas —las reales, no las de mentis—.
La conducción económica ultraliberalista con rostro populista de López —el presidente se negó, recordemos, a brindar el menor apoyo a las entidades privadas para la superación de los estragos de la pandemia, verbigracia— no toma medidas de corte keynesiano para enfrentar las etapas recesivas del ciclo económico o las crisis, inyectando dinero para superarlas, tal como actuaría el ogro filantrópico del que hablaba Ocatvio Paz: repartiendo limosnas. De la crisis financiera mundial que ya asoma, esto es a lo que los mexicanos bien podríamos temerle más.
GRILLOGRAMA
Alice in Wonderland…
Ah qué situación de mier…
Que en tierra de Alicia, aquí
Los camaradas del PRI
¡Hasta parecen de izquierda!
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